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“Un vulgar y triste solitario” es como Ernesto llama a todos los hombres que maltratan. Su primer correo decía: “Te escribo porque, en el problema de la violencia familiar, siempre hay dos partes: la víctima y el maltratador. Yo soy este”.
En la familia de Ernesto la violencia estaba normalizada, su padre agredía a su madre y la amenazaba con un cuchillo. Él mismo copió ese patrón, “como si le hubieran
instalado un programa”, solía decir. Ernesto fue celoso y abusivo contra su primera novia con la que muy pronto tuvo un hijo. Tres años después, cuando intentó matarles a los dos, fue ingresado en un hospital psiquiátrico. Pero su comportamiento violento hacia las mujeres continuó durante muchos años, hasta que empieza a darse cuenta de que esto era un problema suyo y no culpa de su pareja. En su intento por cambiar escribe una novela autobiográfica donde refleja su conflicto con la violencia y los celos. Esta es la novela de la que Ernesto me habla en su primer correo y que me propone convertir en una película.
Yo no era la única, había contactado a varias productoras con esa propuesta, pero solo le respondí yo. Las figuras masculinas para mí han sido sinónimos de silencios y actitudes esquivas, y ahora tenía delante un hombre dispuesto a dar la cara y con sus palabras ayudarme a entender. En nuestras posteriores conversaciones entendí que para Ernesto era importante incluir escenas de ficción como sugería con su deseo de hacer una película. Así empezamos a ensayar escenas que él seleccionó de su novela. Mientras las recreaba dirigiendo los actores, yo le filmaba. Luego nos atrevimos a escenificar recuerdos donde él mismo actúa. En todo ese proceso nos acompaña y decide participar la pareja de Ernesto, Juliane, con la que nos sentimos cómplices y cercanas.
Pronto descubro que junto a esos recuerdos violentos hay algo más que atormenta a Ernesto. Sufre de síndrome limite y periódicas crisis en las que intenta reprimir la rabia. En estas crisis Ernesto dice que se convierte en Juan, su alter ego violento que trata de erradicar. Pero no podrá liberarse. Una llamada de Juliane, después de mis fracasados intentos de localizarle, me anuncia su suicidio en un último duelo con su alter ego destructivo.
Frente a la herida de su pérdida y las detalladas confesiones que Ernesto deja, su libro, sus diarios y mensajes de audio, sus canciones, redescubro otra película. Decido volver a Tenerife para nuestra despedida final. Los materiales, los recuerdos de nuestros encuentros y los rastros que su último acto violento dejó, empiezan a provocar resonancias con mi propio pasado, sugiriendo un camino más incómodo del previsto y cada vez más introspectivo, evidenciando un reto difícil, con el que Ernesto me encarga: tomar la palabra.